Nuestro comportamiento como consumidores es contradictorio con el que tenemos como ciudadanos. Como consumidores exigimos que nuestras compras lleguen a tiempo, sin incertidumbre, y casi siempre con el deseo de que esa espera sea lo más corta posible. Sin embargo, como ciudadanos no queremos que ningún vehículo de carga se cruce por nuestro camino y genere mayor tráfico, contaminación acústica y smog.
Por Sebastián Ojeda, CEO de Beetrack
¿Cómo convivimos con estas dos exigencias?
Limitar o desincentivar la demanda de los consumidores claramente no puede ser el camino. Ofrecer, por ejemplo entregas únicamente en puntos de recogida más centrales es tan poco estratégico como decirles absurdamente que estén despiertos a las 3 de la madrugada porque a esa hora se realizará la entrega, ya que el tráfico es más fluido. El desafío que debemos resolver es cómo hacer que nuestra logística urbana compatibilice de mejor forma con los ciudadanos, considerando que las demandas de los consumidores son cada vez más exigentes.
Para enfrentar esta desafiante necesidad, debemos abordar varias aristas. Una de ellas tiene que ver con planificación urbana: cómo diseñamos nuestras ciudades para una sana convivencia. Lejos de ser experto en esta materia, no dejan de llamarme mucho la atención las zonas industriales, en las que, a pesar de ser frecuentadas constantemente por camiones de gran envergadura, el tamaño de sus calles no considera los radios de giro de estos vehículos, lo que provoca congestiones desmedidas y daños en las veredas. Asimismo, existen zonas de edificios corporativos, que son muy demandantes de consumo de productos y, sin embargo, no permiten que un camión pueda pararse a realizar la entrega ya que simplemente estorba al ciudadano. Yendo más lejos aún, las zonas céntricas de muchas de las ciudades de Latinoamérica ni siquiera permiten que estos vehículos transiten por sus calles.
Tiempo en tránsito
Una arista distinta, donde sí podría plantear soluciones y no solamente evidenciar los problemas de planificación urbana, es el uso de tecnologías para que la logística sea más amistosa con el ciudadano, en relación, por ejemplo, al tiempo que un vehículo está en circulación. Si somos capaces de reducir en un 10% el tiempo de tránsito, tendríamos un 10% menos de vehículos en las calles y, por ende, un menor tráfico. Es importante entonces enforzarnos en lograr esta reducción. ¿Alternativas? Varias. Por nombrar algunas:
Planificación de rutas óptima: si las empresas usaran intensivamente sistemas de planificación, podrían reducir la cantidad de vehículos que llevan a circulación para cubrir su demanda. Además del evidente beneficio que esto significa para la ciudad, no cabe duda de que también traería impactos muy positivos en los estados de resultados de las compañías, gracias a una operación mucho más eficiente.
Optimización de rutas: si ordenamos la secuencia de entrega de pedidos para tomar la ruta más corta y con la mayor efectividad posible, habrá, sin duda, efectos directos en el tiempo de tránsito. El conductor podrá realizar sus tareas en un menor tiempo y, a la vez, asumirá menores costos en combustible, mantenciones y, por supuesto, una mayor contribución con el medioambiente.
Notificaciones al cliente: si le avisamos al cliente la hora en que su producto llegará a su domicilio, la tasa de entregas fallidas disminuirá considerablemente, evitando así reintentos de entrega que sólo hacen que el tiempo del vehículo circulando sea mayor y que los consumidores estén más enfadados.
Como estas, existen varias otras opciones que son plenamente aplicables para cualquier empresa. La invitación es a que pensemos en cómo contribuimos a una sana convivencia entre nuestro yo consumidor y nuestro yo ciudadano.